Salud Mental en el Trabajo: Declaración del Dir. de OIT

En conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental el Dir. de OIT Guy Ryder, brindó un discurso contundente acerca la necesidad de que las empresas profundicen el cuidado de la salud mental de sus trabajadores

Buenas tardes a todos. Gracias por acudir a este acto, que hoy celebramos con motivo del Día Mundial de la Salud Mental . Un acto desde luego muy importante y oportuno desde el punto de vista de la OIT, pues se dedica más en particular a la salud mental en el lugar de trabajo. Este tema que, a mi juicio, merece la atención de todos nosotros y más en particular de la Organización Internacional del Trabajo.
Cúmpleme agradecer la presencia en esta tribuna del Embajador de Portugal, que junto con nuestros colegas del Brasil tanto ha contribuido a conferir a esta temática una importancia de primera magnitud en la comunidad internacional. Gracias a usted, Señor Embajador, por honrarnos hoy con su presencia.

Estimados colegas:

No sé si hago bien, pero iniciaré mi intervención con algunos números, algunas cifras indicativas de los gastos que ocasionan los problemas de salud mental en el trabajo. No sé si hago bien porque no me parece propio medir este fenómeno en términos de costes económicos. Deberíamos cifrarlo más bien en términos de vivencias humanas. Se refiere en efecto a problemas que, como todos los relativos a la salud del ser humano, deberían analizarse en función de la persona y de su bienestar. Dicho esto, pienso que aun los costes económicos de estos problemas son ya de por sí ingentes.

Ayer mismo leía yo que, en mi país el Reino Unido, la angustia, la depresión y otros problemas de salud mental se cobraron al menos 15 millones de días de trabajo el año pasado. Se estima que, en el mundo industrializado de la OCDE, este coste representa en torno al 3,5 por ciento del PIB. Así que a quienes todavía dudan de que existan una conexión y una correlación sumamente fuertes entre el bienestar mental en el trabajo, por una parte, y la eficiencia económica y los resultados de las empresas, por otra, remito a la cruda realidad que estas cifras delatan.

Cuando la OIT está en vísperas de celebrar su centenario, me han sobrecogido los problemas de salud mental que nos aguardan en el porvenir laboral. Circulan algunos comentarios y análisis absolutamente alarmantes de cara al futuro. Una de las perspectivas más elaboradas que se vaticinan respecto al futuro del trabajo es, al menos en mi opinión, una que procede de Alemania, y que se recoge en un libro blanco titulado “Redibujar la imagen del trabajo”, cuya conclusión sobre la temática de la que hemos venido a departir hoy es, textualmente, la siguiente: “Está claro que la incidencia de la enfermedad mental se ha disparado en los últimos años”. Y eso en Alemania, donde se da, en paralelo, una transformación progresiva del mundo del trabajo.

A lo que voy es a lo siguiente: la dirección que hoy toma el mundo laboral, sumada al impacto transformador que la tecnología tiene en los métodos de trabajo y a un largo etcétera de factores, parece acentuar los riesgos de trastorno mental. Y ello es así porque se está difuminando la línea que separa las responsabilidades privadas de las profesionales. Porque la gente se ve obligada a trabajar en unos entornos laborales cada vez más complejos, donde la inteligencia cognitiva se pone cada vez más a prueba. La gente tiene cada vez más dificultades en compaginar de modo equilibrado sus responsabilidades privadas con sus responsabilidades públicas. Esta realidad y el entorno que la envuelve significan que si todavía no nos hemos ocupado lo suficiente de los problemas de salud mental en el trabajo, pese a la dinámica de cambio que hoy arrolla, no nos queda más remedio que hacerlo de inmediato. Y me parece capital que así sea.

La OIT tiene dos responsabilidades que asumir en este terreno. La primera es la que nos corresponde, espero que como a cualquier otra organización, de garantizar en cuanto empleador que no sólo el entorno laboral, sino también los métodos de trabajo y el comportamiento de los superiores sean respetuosos con las cuestiones de salud mental y, al mismo tiempo, propicien situaciones en las que la gente no se sienta a disgusto y se considere respaldada y ayudada en el trabajo. Contamos con estructuras y hemos definido funciones para que así sea.

No pretendo que estas estructuras y responsabilidades sean perfectas, pero sí creo que la OIT puede decir que en este contexto nos tomamos los problemas en serio. Creo que hacemos esfuerzos considerables para tratarlos. No hemos alcanzado la perfección y bien sabemos que en nuestra organización, como en todas las demás, hay problemas de salud mental. Afrontarlos es nuestra responsabilidad primera y primordial.

Nuestra segunda responsabilidad es, naturalmente, la que se desprende de la función que desempeñamos el mundo del trabajo. Ese mundo que nos rodea. No deja de asombrarme que los problemas psicológicos, de salud mental y de estrés no hayan recibido, a escala internacional, tanta atención como otros riesgos en material de seguridad y salud. Si se fijan ustedes en nuestro corpus de normas internacionales del trabajo, en las actividades que emprendemos, y en nuestras reuniones de expertos, parece existir un desequilibrio harto grave en cómo hemos venido tratando toda la temática del bienestar en el trabajo. Y, en efecto, el rumbo general de los cambios que transforman el mundo del trabajo debería inducirnos cada vez más a tomar la dirección acertada.

Así, pues, estimados colegas, celebro que todos ustedes hayan acudido hoy a este acto y que el Día Internacional de la Salud Mental se dedique a los problemas aludidos. También me anima saber que estas cuestiones polarizan hoy una atención programática creciente y, que yo recuerde, mayor que nunca. Creo que ello debería infundirnos optimismo y, sobre todo, reforzar nuestra determinación para tratar estos problemas de modo más adecuado que en el pasado.

Sabemos todo lo que comporta la estigmatización. Lo muy difícil que puede ser hablar en público de nuestra experiencia personal. Pero es necesario romper el silencio. Ese silencio que pesa en ámbitos donde la inactividad agobia. Y nosotros somos responsables de cumplir nuestra función en este sentido. Albergo la gran esperanza de que el acto de hoy y, obviamente, los mensajes que recibamos de nuestros distinguidos panelistas, nos orienten por esta senda. Creo que mucho tenemos que aprender unos de otros y aguardo, pues, con impaciencia las intervenciones de nuestros panelistas.

Gracias a todos por su atención.

 

Fuente: ilo.org

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